(La Canción Del Mártir 03) Trueno del cielo by Ted Dekker

(La Canción Del Mártir 03) Trueno del cielo by Ted Dekker

autor:Ted Dekker [Dekker, Ted]
Format: epub
Tags: detective
editor: www.papyrefb2.net


Parlier levantó la mano y miró por sobre la orilla con los lentes de visión nocturna que se le adherían a los ojos como botellas de Coca-Cola. El valle se hundía varios kilómetros debajo de él antes de dar abruptamente contra una formación que creyó que eran los riscos acerca de los que les habían advertido. Pero en la oscuridad de la selva era difícil distinguir claramente la formación.

Graham se colocó sobre el estómago al lado de él.

—¿Lo ves? —preguntó en voz baja.

—No estoy seguro. Eso creo. Tenemos un valle y alguna clase de formación rocosa a mitad de camino allá abajo —informó, quitándose los lentes y girando hacia Phil—. ¿Qué tenemos en el sistema de posicionamiento global, Phil?

—Ese tiene que ser. Estamos 5,2 clics al norte, al nororiente del complejo.

Parlier giró otra vez sobre los hombros. Los otros se le unieron a lo largo del afloramiento de rocas. Volvió a mirar a través de los lentes.

—Entonces ese tiene que ser. Digamos que tenemos como tres kilómetros hasta el risco y luego otros tres hasta el fondo del valle. Debe haber algún claro allá en alguna parte, pero no logro verlo con estos objetos. ¿Alguien más ve un claro?

Ellos miraron al frente, algunos a través de lentes, otros en silencio dentro de la noche. Kilómetro y medio detrás de ellos los equipos Beta y Gama esperaban el primer informe de inteligencia antes de tomar sus posiciones. Según parece el transporte aéreo los había bajado en el lugar preciso.

—Nada —anunció Phil mientras alguien le espantaba un insecto de la piel.

—¿Así que se supone que nuestro hombre salga de este valle? —inquirió Graham—. Tendrá que cruzar esos riscos. Allí es donde lo acorralaremos.

—¿Y se supone que nos sentemos a esperar aquí arriba a que este tipo aparezca? —refunfuñó Phil—. Sugiero que cubramos la cima de los riscos.

—No podemos —informó Parlier—. Tenemos órdenes de quedarnos atrás. Graham, agarra la radio y dile a Beta que se ubique kilómetro y medio hacia el oriente. Y a Gama kilómetro y medio al occidente. Quiero vigilancia veinticuatro horas sobre ese risco, empezando ahora.

Se volvió hacia su francotirador.

—Giblet, ¿crees que podrás poner una bala donde sea necesario desde esta distancia?

—Sería difícil —contestó Giblet analizando la selva debajo de ellos—. Pero sí.

—Vamos a bajar allá, Rick, y lo sabes —expuso Graham mirando a Parlier con escepticismo—. ¿Cuál es el problema? Allá abajo en el valle tenemos un reducto con un puñado de drogados. No veo el peligro en tomar los riscos.

—Ese no es el punto. Tenemos nuestras órdenes.

Parlier miró dentro de la tenue luz abajo. Graham tenía razón, por supuesto. Pero las órdenes habían sido mantenerse lejos de los riscos. ¿Qué querían decir? ¿Querían decir frente a los riscos o al borde de los riscos? De ser así, él podría interpretar el asunto un poco por su cuenta, pensó.



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